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viernes, 3 de mayo de 2013

El Giocondo


Se podría decir que el Giocondo es una fácil novela que cuenta la virginidad sostenida de un homosexual, hasta que en la penúltima página le desfloran, y en la última va y lo matan. Si no fuera porque es una novela de la exhuberancia del idioma y un tratado de psicología condensado.
 
 

La novela pivota alrededor de un periplo completo por la madrugada madrileña, de una pseudopanda de libertinos, liberales y libérrimos, actores, artistas, trisexuales y drag-queens apócrifas que se quedaron fuera. Un café, el Lawrence (Oliver), el club de jazz, el Bus, el tablao, la churrería del pasaje de San Ginés... son las estaciones de la noche, de la vida a desfase ordinario de estos noctámbulos, noctívagos y nocherniegos. La novela está teñida de homosexualidad, el foco argumental se centra en todos los prímula veris que campan por la noche de la capital. El Giocondo es almodóbar antes de Almodóbar, quicir, todo lo que Almodóbar ha hecho estas décadas, ya lo hizo Umbral en el 69, casi en blanco y negro. Me refiero a destapar todos los armarios y hacer desfilar un gay parade sin composturas ni limitaciones, elaborar un Gran hermano homosexual para el resto de españoles. Hacerlo en esas latitudes carpetovetónicas y censoras - España aún viuda negra - fue un acto libérrimo.

Las gentes, pueden pensar si fue o no un acto intencionado para buscar el escándalo, tal como un Dalí que al llegar a Nueva York rompe a bastonazos un escaparate distinguido y sale en portada al día siguiente. No es tan vulgar ni arrojadizo el paquete umbraliano. Es atrevido, y tiene de oportunista lo que la palabra ocasional significa. Toda obra es oportunista y tira de una oportunidad, toda intenta aprovechar una ocasión. Creo que Umbral podía haber hablado sin más de cualquier colectivo que se hubiese propuesto, con la misma hondura y revelación. Escoge el continente no descubierto de la homosexualidad, supongo porque lo tenía visible y porque una juventud literaria necesita de revoluciones, de cierto ruido, volumen. En la actualidad, el desfase de los protagonistas de la novela y sus condiciones sexuales, no serían ningún escándalo, aunque siguen siendo rutinas minoritarias. En el 69 eso era un libro atómico. Y lanzarlo requería bemoles, favores y rezos.
 
 
 
La temática, el ambiente, es lo peor del libro. Por minoritario, por lo poco empático que supone, porque todo es decadente, degenerado. El libro trata de una fealdad desbrozada, entre terciopelos británicos y chivas con hielo arribistas, de un pelotón de personajes sórdidos y dudosos. La noche como espalda monstruosa del día, donde se puede despistar toda la angustia del mundo.

Y Gío, el Giocondo, el homenajeado del día, el prota. En muchos pasajes del libro se le adivina mudo, de ahí tal vez su apelativo de estatua pictórica que mira, está, pero no participa. Umbral no lo destripa en ninguna descripción, como al resto de personajes tan introducidos y adjetivados de primeras, como si el Giocondo fuera más vehículo, el que mira y no es mirado, aunque es un prota que pierde eje principal a medida que se desenlaza el libro. No se le conoce profesión, gran misterio. En toda obra umbraliana, ficción en este caso, cabe la observación de que el protagonista tiene parentesco con Francisco Umbral. Algunos sospecharán una notable superposición con el personaje, otros sólo verán guiños incidentales entre ambos. Está claro que el Giocondo no es Umbral, pero como "hijo" suyo, como yo novelesco del autor, tiene rasgos umbralianos. Es plausible sostener que tiene ademán literario, que es promesa de algo, que frecuenta lugares comunes, y obviamente es placentario de Umbral, toda la atmósfera psicológica y las tesis postuladas que dan contenido a la novela, son aseveraciones de Francisco Umbral, por lo que los personajes parecen estar dotados de una viveza y conspicuidad umbralianas, porque el autor nos muestra sus partes más lúcidas, dentro de toda su decadencia.
 
 
Del resto de personajes, sabida la polémica, dejamos el libro cuando aparece uno nuevo y se googlea a ver si hay suerte y la red revela la identidad. Que si Ramiro Raúl del Pozo, que si Bruto Francisco Rabal, que si el Bisoño Carlos Bousoño, María Asquerino, etc... Estaría bien que algun coétaneo de Umbral dejase por escrito en la red la traducción completa de todo el reparto.

El inicio de la novela coincide con otros libros de Umbral en ser parte floja del todo. Se nos presentan dos personajes antipáticos y secundarios [Carlo y la Lunfarda] un poco a molestar. La historia es lanzada, movida, y se va definiendo, el libro gana en calidad y consistencia con el pasar de las páginas. Ya digo que la temática, oportunista o no, lastra el interés de la novela. Es un viaje a lo estrambótico, lo trasnochado, ojerizo, todo en una atmósfera insólita de club de intercambio. A hábitos que cualquiera no adopta ni se limina de ellos porqué sí, de participación remota. Como tampoco uno abraza lo decadente por costumbre. El viaje novelado no cuenta con la empatía del común de los mortales.
A pesar de ello, la obra está atravesada por la inteligencia de cabo a rabo. Tenemos en este entramado ficcionado, al Umbral más psicológico. En sus ensayos, como Ramón y las vanguardias, su Lorca, Las Palabras de la Tribu, aparece el Umbral de corte filosófico, de cosmovisión, la mirada críptica y sabia que alude a la verdad explícitamente. Porque, tal como pronuncia el Giocondo: "siempre resulta literario decir la verdad". Pero en la novela Umbral la dice entallada en sus personajes, se sirve de ellos para interpretarlos y posarla en sus gesticulaciones, sus ademanes, las miradas y las entonaciones, de una forma más sutil y psicológica, pero igualmente sentenciadora. Allí, en la pobreza de estas gentes, en sus vicios y purgas en el infierno, la novela se nos muestra trascendental, es la moraleja estética. La obra está preñada de talento retiniano, de una suma exhuberante de matices en cada glosa de las acciones y quietudes de los personajes. La descripción del estado alterado de conciencia a causa de un chute de morfina es antológica.      
 
 
Se da lo "extrospectivo". Es la novela desde un introvertido, alguien que practica masivamente la introspección, y que al contemplar a los demás recoge el eco trascendente, psicológico, biográfico, de sus actos exteriores concretos. Deduce la introspección que ni sus personajes realizan para sí. Es un texto muy explicativo.
 
Otra cuestión es preguntarse hasta qué punto lo narrado ha sido vivido, o ha sido ficcionado. Hay descripciones demasiado detallistas, matizadas con una viveza y frescura que casi huele, para qué Umbral haya tirado de ficción y logre con artificialidad contar lo mismo. Es decir, que debió tratar y observar lo suficiente a esos personajes, para recrearlos o reproducir directamente escenas similares vividas con ellos. No sabemos tampoco hasta qué punto se expuso Francisco Umbral al cortejo homosexual, una constante en un Gío codiciado por todos los sexos y edades, pero una obra así es proactiva en normalizar la condición homosexual en la sociedad, pues nos da una fenomenología de ella, ya lo normaliza al abarcarla exhaustivamente, y en esa época retrógada sólo lo podía hacer una mente abierta por los cuatro costados. Poco se ha hablado del Umbral libertario.
 
Y los protagonistas corretean la noche que es recorrer el ámbito de su propia locura. Son gente, ya algo granada, que se obcecan en empalmar, en cerrar todos los bares, ocio infinito hasta que les echen la persiana, gente de afters hace cuarenta años, los abuelos pioneros de los afters en el franquismo. El autor intercala pasajes de episodios previos de algún personaje, pero quiere cerrar la juerga-desvarío con ellos. Del sobeteo, borrachera, vicio, acudimos por medio de esos pasajes al amor, al sentido, a lo constructivo. Sin embargo, esta es la historia de una pérdida de virginidad y una decadencia. El amor-admiración pasa marginal. El giocondo prosigue una vida arrastrado, siendo cónyuge postizo de una cincuentona morfínica. Su acicate es ver a quién entrega su flor, perdido, con la esperanza que coincida con un argumento de amor, o no. Al final se lo hace con el criado de la marquesa, justo después de abortar con ella su pérdida de virginidad, de cama en cama, y ésta lo mata de un candelabrazo. Hay una agonía pertinaz en la novela que nos la hace poco simpática.
 
 
Es obra umbraliana, y más que lo que se cuenta, está el cómo se cuenta. Son doscientas cincuenta páginas preciosistas, tal vez demasiado bien escritas, o demasiado poéticas. Pla aquí le diría, que para una novela con un poco menos, nos hubiéramos apañado. Es un texto superdotado, y también sobredotado. En plena refriega de Bruto, en pleno estropicio de un coche, Umbral se detiene a recalcar reiteradamente el mirar tuerto del automóvil con el faro roto. En lo álgido de una acción, en mitad de lo trepidante, Umbral es ese niño que si encuentra una flor lírica no puede callársela. Y nos parece bien que anteponga la lírica por encima de todo, de escritor panenka, la verdad como espectáculo, pero detener así la realidad y todos los ferrocarriles de la actualidad por una flor lírica parada en el raíl, tiene sus riesgos. Como que te digan que eres un novelista de mierda. Que le llamen infantil a tu prosa con sonajero. Y blablablá. 
Blablablá.
 
Sí que es cierto que se echa a faltar un núcleo trepidante o tensional en la obra, el vértigo invisible de un argumento de fondo, que se vaya haciendo presente. Como lectores hacemos bastante de acompañantes, de comparsa, del grupo errante de farra. La búsqueda del desflore es algo muy adolescente, anecdótico. El giocondo es asesinado a las tantas, entre alcohol, morfina e insomnio semanal, y en la novela su nivel de arrastre y desgracia es tratado benignamente, sin anticipar lo funesto. Tal vez falte una tesis del grupo de farra en cuestión, su significado social e histórico. O bien ahondar más en el descalabre previo del giocondo. Sólo para dotar de trascendencia a los sucedidos de la novela. Sí que aparece el significado social, en la conversación beoda entre Paulo y Rubén, lúcida y sucia hablando de "ellos" y la revolución. Allí se le empieza a girar el forro a la noche, a la historia, pero se siguen otros derroteros.
 
Como conclusión, nos quedamos con la noción de novela exhuberante, y con que podemos encontrar en El Giocondo al Umbral más psicológico. A la trama le falta argamasa tensional, pero compensa la factura umbraliana tan presente en cada página. Nos gana por acumulación más que por síntesis, a base de la suma constante de matices y lucidez. 

martes, 9 de abril de 2013

Balada de gamberros


Puedes estar enfrascado en la post-lectura de Memorias de un niño de derechas, que en un tris coges Balada de gamberros, te la lees en unas horas, y ya tienes más carnaza de los inicios umbralianos para procesar. Balada de gamberros no merece mucho análisis, pero se lo haremos, porque somos aplicados. Es versión definitiva de Los fans, es una mininovela, o cuento largo, bastante convencional, que está bien escrito y cuya temática es insulsa en comparación con el resto de la obra umbraliana. Son apenas setenta páginas de andanzas limítrofes entre la infancia y la adolescencia, allá por los dieciseis años.
En una entrevista de la época, efectuada también por Ramon Pedrós en ocasión de recibir el premio Nadal en 1975, Francisco Umbral afirma que "Balada de gamberros era un intento realista de recoger la anécdota salvaje de pubertad provinciana".

Es una obra de cariño coleccionista, el primer libro oficial del autor, de sólo dos ediciones (1965 y 1980) en colección de Novela Popular, editado por Alfaguara y mediado por Cela. Más tarde, en 2008, el diario El Mundo sacó una edición conmemorativa a raíz del homenaje de la ciudad de Valladolid a su escritor.


Eduardo Martínez-Rico, apunta en su monumental tesis La obra narrativa de Francisco Umbral : 1965-2001, que según Ana María Navales Balada de gamberros fue primero un relato de unas doscientas páginas que al final quedó depurado y reducido.
En la misma tesis es citado un fragmento pronunciado por Umbral en un encuentro de profesores y escritores celebrado en la UIMP el verano de 1967, que transcribimos:

"Mi transición del relato corto a la novela larga está constituida por Balada de gamberros, una novela corta que se nutre de la magdalena proustiana de la adolescencia, y sí tiene algo de cuento estirado o de sucesión de cuentos entrelazados. Con esta confesión me acuso a mí mismo de lo que acabo de acusar, pero creo que las cosas deben dejarse así, como están, como nacen, como son, que también los defectos de una obra tienen su forma de perennidad e incluso son ellos mismos, los defectos, la semilla de humanidad, de verdad, de inmediatez, de esa perennidad, puesto que mantienen la obra caliente y como recién hecha.
Mas, al plantearme Travesía de Madrid, una novela de trescientas páginas, comprendí que ya no valía la pura improvisación rumiante, rememoradora y adolescente. El problema, como ya he dicho, era cuantitativo más que cualitativo, puesto que se trataba de llenar folios antes que de decir cosas sustanciales, ya que las cosas, sustanciales que uno pueda decir caben en una postal del Sardinero y aún sobra postal".

La obra es breve y episódica, una obra menor que bien pudiera ser agrupada con otros escritos breves. Pero es un libro de buena literatura, que en el fondo es el arte de apresar al lector y hacer que no se marche. El relato mantiene el interés por su ritmo, prosa limpia y fluida, constante, con cierta trepidancia de fondo. Es un texto higiénico bien escrito, de lectura agradecida, pese a que prácticamente no tenga pretensiones, ni busque la trascendentalidad.

Curiosamente, Umbral debuta con un libro que puede llevar a equívocos con su trayectoria y magnitud posterior. Sí que hay destellos de su adjetivación virtuosa, de descripciones ambientales singulares, pero la ambición estética propia de Umbral aquí deja paso a un relato de acción, de frase corta y poca glosa. Apenas barroco, oblicuamente lírico y sin meandros. Predomina cierta narración de "sucedidos", al estilo de una novela convencional como él mismo explicaba acerca del género de moda. Aquí transcribo un fragmento como muestra:

"-¿Podrá escapar Arcos? -pregunté a gritos.
La nuca de Fernando se ladeó muy cerca de mis ojos, en un movimiento ponderativo de la habilidad de su compañero. No había cuidado. Y aceleró la marcha bruscamente, embistiendo a la noche con el faro loco de su moto.
Fue una carrera vertiginosa contra el viento de la carretera. Cruzábamos pueblos dormidos, puentes, largas llanuras en sombra. Contra nosotros, de tarde en tarde, unos grandes faros. Pasaba el camión nocturno, azotándonos de costado con un ventarrón salobre. Iba camino de la ciudad con su carga de pescado. Nuestra moto dejó atrás una lenta caravana de carros labriegos, que iban por la carretera, muy pegados a la cuneta de la derecha. Un hombre caminaba junto a la primera mula y otros dormían aún entre los carros. Empezarían a trabajar al amanecer. Yo me inclinaba contra el saco del botín y la espalda de Fernando, ocultando el rostro al ramalazo del campo y la noche, que era como un largo azote perfumado de árboles, de heno, de charcas y acequias. Y tuve otra vez la extraña sensación del tejado del almacén, hacía unas horas. Un secreto goce de libertad, de plenitud, una angustia y un vértigo que la velocidad de la moto se llevaba lejos, lejos..."

Tampoco en Balada de gamberros se cultiva el yo, no hay una presentación explícita del protagonista, ni una introducción detallada de personajes, en un relato poco introspectivo. Años más tarde, en La forja de un ladrón, tal vez el autor sí haga una minuciosa biografía de un gamberro vocacional de la época, con mayor introspección y desarrollo.

En Memorias de un niño de derechas (págs. 160-165), Umbral dedica unas páginas a retratar la realidad de los gamberros:

"Por entonces alumbraba el teddy-boy en Inglaterra y el blouson-noir en Francia. Nacía la delincuencia juvenil, que era un fenómeno social, naturalmente, la consecuencia de una educación o de una falta de educación, de unas represiones, la respuesta a las provocaciones de la naciente sociedad de consumo y la protesta confusa, ciega, indecisa, de una juventud que no estaba conforme con el mundo aburrido, convencional, injusto y tonto de los padres.
La versión celtibérica y provinciana de todo eso fue el gamberro."

"Las cosas que nos habían enseñado, ya las teníamos olvidadas por aburridas. Otras cosas no sabíamos, de modo que nuestro presentimiento de que el mundo no estaba bien hecho era sólo una cosa confusa, oscura y obstinada. Era eso, un presentimiento.
Después de una semana laboral y escasa, después de unos años siniestros y melancólicos, los adolescentes violentos nos echábamos a la calle, en pandillas, con una moto para todos, a empujar a las viejas, perseguir a las chicas, silbar a los caballeros, mear en las fuentes, aporrear los automóviles, llamar a las puertas, herir de muerte a los faroles y apedrear a las estrellas. Sólo eso."

Lo que sí hay es erótica. El mascarón erótico de la obra de Umbral ya aparece en la primera publicación de su carrera, es una constante vitalicia muy característica del autor vallisoletano, y no falta esta pillería en Balada de gamberros. Obra iniciática, inagural, poco significativa por su trascendencia, pero grata al confirmar una factura literaria propia del autor que la firma, lejos de lo decepcionante.

viernes, 29 de marzo de 2013

Memorias de un niño de derechas 1/2


En breve abordaremos la obra "Memorias de un niño de derechas". Antes sirva esta entrevista al autor acerca del libro cuando fue presentado, publicada en ABC el 14 de septiembre de 1972. La realiza un joven Ramón Pedrós, que años más tarde será jefe de prensa del gabinete de Jordi Pujol.


El periodista menta "la vertiginosa trayectoria biográfica" del joven escritor, y "desde 1955 su instigadora y feraz presencia adolescente". Cuando le inquiere acerca del género del libro, Francisco Umbral deja unas frases reveladoras sobre esa eterna cuestión: "...huir de todos los géneros, escribir a su margen, hacer sencillamente un libro. Cada día creo menos en los géneros, en su cantonalismo convencional. Soy un tránsfuga de ellos y creo que el escritor debe llegar un día a crear su propio género..."

También se nombra a "Los males sagrados" como la versión personal e íntima, de esta memoria colectiva de la infancia que es "Memorias de un niño de derechas". Francisco Umbral apunta entonces comedidamente, que ha cerrado el ciclo de libros de la infancia y el pasado en general, para centrarse en temas más actuales. Y sabemos que no fue cierto ni lo uno ni lo otro, pues le dio tiempo a abordar la actualidad día tras día, retomar la infancia y los tiempos pretéritos, hacer diccionarios y novelas, trabajar en todos los frentes posibles.

http://hemeroteca.abc.es/cgi-bin/pagina.pdf?fn=exec;command=download_stamp;id=0001024382;nombre_pdf=ABC-14.09.1972-pagina%20048;path=H:%5Ccran%5Cdata%5Cprensa_pages%5CMadrid%5CABC%5C1972%5C197209%5C19720914%5C72S14-048.xml




jueves, 21 de marzo de 2013

Instrucciones en caso de devoción umbralista


Bien, pongamos que un día nos cae un libro de Umbrales, y se nos engancha el anzuelo. Supongamos que le siguen un par de ellos de forma prospectiva e inocente. Se nos inocula el virus, latente unos meses mientras se forman ojivas de anticuerpos. Finalmente, qué hacemos si presos de la devoción umbraliana necesitamos acumular sus libros como agua de mayo. He aquí las instrucciones:

La mayoría de libros de Umbrales están descatalogados, ya no se editan, hay que hacerse con un libro de viejo. Aquí cada umbraliano común ya puede visitar Librerías de segunda mano, mercados y ferias de libros por su comarca, y probar suerte. El umbraliano ya militante, tiene más recursos. Destaca entre ellos Todo colección, una excelente web para conseguir a buen precio la mayoría de libros descatalogados. Con paciencia, se pueden comprar muchos ejemplares de 1 a 5 €. Los gastos de envío parten de los 2 € del correo ordinario. En las librerías de viejo, el precio de los ejemplares no suele bajar de los 5 € y alcanza los 15 o 20 con facilidad.



Igualmente, las librerías de segunda mano tienen una red comercial consultable en Uniliber e Iberlibro, pero de precios distantes a Todo Colección. Después podéis remover el árbol de Amazon, en sus diferentes sedes, ebay, priceminister, poner el título de un libro en google imágenes y comprobar que se vende en Mercado Libre Argentina, ya depende de lo desesperados que estéis. Al final podréis comprobar, que la joya de la corona de la colección, es el abultado Teoría de Madrid, con su valor cercano a los 100 € en muchas ofertas.

Quien sea de consumir artículos a cholón, tiene centenares de ellos en la Hemeroteca de la Fundación Francisco Umbral, la del Mundo, y circula en mares piratas la totalidad de sus artículos en el País.
Una manera de zamparse unos cuantos libros de Umbral en formato editado en la actualidad, es comprando Hojas de Madrid, que incluye ocho libros en un tomo para gente musculosa y tenaz.

Algún día esperemos que salgan unas Obras Completas, para que los seguidores ávidos lo puedan ver. El formato ebook de nuestros días hace esa empresa mucho más llevadera. Estaría bien que alguien anunciara un día cuántos kilómetros de prosa supone la obra de Umbral, ese centenar de libros desplegados en procesión Times New Roman 12, a ver dónde llegarían saliendo de la Puerta del Sol o de la Plaza San Miguel.

jueves, 14 de marzo de 2013

ESCRITURa TriBal

Tengo los ojos llenos de miel. El libro "Ramón y las vanguardias" me parece el colmo de la lucidez.
Analiza Umbral el aspecto ritualístico de cualquier estilo de escritura. Es más, desvela que toda actitud discursiva es un rito. El discurso, como forma expresiva que el 99 % de los prosistas utilizan, es un rito.

Contrapone esta "costumbre" con la escritura de Ramón Gómez de la Serna, que siempre está empezando un texto, ya sea entre-párrafo, en el ecuador de un libro, o en su última página. Y avanza aparte, con frases cortas, separadas por puntos. Se olvida de la condescencia ritual de consenso estilístico, ignora los cánones. Y lo hace también de cara a las expectativas del lector, que se encuentra escritura parturienta por doquier. Rompe el acto discursivo. Redactar, es un acto ignorado para Ramón. No escribe a lo ancho, se olvida de la dimensión que hace de levadura a un texto, no le dota de cuerpo, sólo de caras. El arte de lo fragmentario, como menta F.U.

El Francisco Umbral más filosófico, con igual aguja prodigiosa en terreno etéreo, me preña, y me hace tremendamente poético. Arrastra mi capacidad lírica hacia los balcones analíticos, y comulgo esa filosofía lírica tan lúcida, que cala la realidad y las entrañas de las personas. Se me llenan los ojos de miel, y así hasta educo poéticamente a Albita.

Lo icónico por lo cósico. He aquí un gozne aprendido en esta travesía umbralista por el oficio. La imagen ha de hablar en mi cabeza, suscitar, y ponerle un título. Se debe anticipar a ver su "representación", su palabra, su cosa. Hay que desacostumbrar al cerebro a tirar de etiquetaje, y así retitular líricamente cada presente del mundo. No hay que describir nada, se ha de tirar de talento retiniano.

martes, 12 de marzo de 2013

TVE, año 1978, "Los Escritores"

Entrevista a Francisco Umbral en Televisión Española, en el programa "Los Escritores", año 1978.

viernes, 8 de marzo de 2013

La traducibilidad de Francisco Umbral


Otro de los trabajos disponibles en internet sobre la obra de Umbral, es el artículo de Bénédicte de Buron-Brun y Franck Miroux, A Mortal Spring o los límites de la traducción en la novela umbraliana. Ambos son profesores en l’Université de Pau et des Pays de L’Adour. Bénédicte de Buron-Brun es una conocida umbralista que ha coordinado congresos y obras en torno a F. U. Destacamos los libros Mujeres de Umbral, y Francisco Umbral, una identidad plural, que podemos encontrar en nuestras librerías.




A continuación podéis encontrar el enlace al artículo, así como las reflexiones de un servidor a partir de él:

http://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3738842.pdf




Buron-Brun y Miroux abordan el tema de la traducibilidad de la obra de Umbral analizando aspectos y casos concretos de Mortal y rosa. No se trata de una cuestión semántica, en una obra eminentemente lírica como la de Francisco Umbral, y más en la prosa poética y plástica de Mortal y rosa. La musicalidad juega un papel constante.

El análisis de los investigadores, revisando métricas, aliteraciones, aspectos gramaticales, sintácticos, semánticos, recursos estilísticos... nos invita a pensar primero en la imposibilidad que Umbral suene a Umbral en la lengua inglesa. Siempre ha de ser un Umbral asimilado, adaptado, anglosajón, y aquí el traductor se puede debatir en fidelizarlo al oído inglés, hacer una traducción que no signifique una ruptura con sintaxis, estructura, métrica inglesa; o bien, castellanizar esas estructuras y provocar más adaptación no en el autor sino en la audiencia, más acostumbrada a un estilo. Se trataría en los dos casos de un Umbral híbrido, más pseudoumbral o esquizoumbral dependiendo de la fortuna del traductor.

No obstante, los requisitos para tener cierto éxito en la empresa, presuponen una captación profunda de la génesis estilística umbraliana, y un dominio completo de los recursos estílisticos de la lengua inglesa con especial atención al léxico. Y aún así, esa guturalidad de la que habla Umbral en Los cuadernos de Luis Vives, refiriéndose en parte a la musicalidad sin ser específicamente ella, queda comprometida en toda traducción. En la adjetivación umbraliana, tan fundamental en sus libros, las traducciones producen efectos guturales aleatorios. La intención con la que escogió el autor un léxico, seguramente en el inglés vea alterado ese efecto, por la propia manera de sonar una serie de adjetivos o construcciones traducidas. Un Umbral bilingüe tal vez en ese vericueto hubiese escogido parafrasear el sintagma con otra construcción adverbial, verbal o sustantiva, que sí diera la amplitud o el efecto por su diferente sonoridad. Siempre está detrás de la empresa traductora, escoger fidelidad al autor o al idioma destino, en este caso representado por la audiencia (que igualmente siempre es potencial).

El artículo también nos provoca imaginar una idea metódica. Hubiese ayudado un texto muy explícito de apoyo con instrucciones semánticas acerca del libro en cuestión, es decir, una doble traducción. Traducción semántica glosada de la obra umbraliana, y entonces, una vez desplegada, escoger las palabras y construcciones inglesas, los dardos del léxico que hicieran no perder en demasía efectos y sonoridad a Mortal y rosa. Probablemente podría dar lugar a una configuración A y una B, como hemos dicho, más fiel o más leal al autor o al idioma al uso, más creativa o más conservadora.
Viene a la cabeza que la empresa de la traducción de la obra de Umbral podría tener una plantilla como la de una obra cinematográfica, con varios amanuenses. El desplegador semántico citado, el transcriptor de sonoridades y dobles sentidos, el metrista, el deconstructor gramatical... por el lado hispano. Mientras que por el británico, tendríamos el traductor semántico, el selector de léxico (con pedigrí neologista), el músico arreglista, y un inglés castizo que dé las pinceladas castellanas entre las alternativas a elegir. Puede ser que Umbral fracture la concepción clásica de la traducción, y en un futuro un equipo de profesionales pueda trasplantar con éxito la genialidad del escritor a otra lengua.

Al fin y al cabo, una obra en inglés sólo la podría haber escrito Francisco Umbral para ser 100 % de factura umbraliana. Así que la osada tarea de parafrasear a un autor utilizando sintagmas alternativos, sin estar en la cabeza de Umbral, ya es una labor creativa que de acometerse acabará teniendo más o menos gracia. Los que tenemos como lengua materna el castellano, A mortal spring nos significará un contenido parecido al original, y nos sonará a algo, que puede evocar el rostro de Francisco Umbral detrás, o puede sugerirnos que tras el libro hay una autoría que no reconocemos, que eso no suena umbraliano, que hay cierta impostura.
El éxito de la traducción de un libro de F. Umbral no sería reproducir todos los matices de su lírica, tarea imposible, sino en conseguir llevar a la orilla de otro idioma buena parte del cargamento y la esencia del autor español. Que Umbral suene a todo lo Umbral posible, en la extranjería propia de otra lengua, que sea reconocible, y que continúe dando esos latigazos poéticos, que la prosa no deje de ser eléctrica. En definitiva, que un libro preñado de Umbral no pierda litros de fecundidad por el camino.